Mi nieta Jacinta nació el 8 de febrero de 2024. Esta princesita le puso cara, nombre y sentido al clichezazo ese de “para contárselo a mis nietos”, cuando hemos vivido algo diferente, épico e increíble… Así que a la Jacinta, hija de Any y de mi primogénito Luciano, le contaré entonces que el mismo año que ella vino a este mundo, su abuelo agarró un casco de moto, unas pocas pilchas, unas cámaras y un computador y tomó tres aviones para ir desde Santiago de Chile a un lugar llamado Namibia, exacto, allá lejos en África, al norte de Sudáfrica y debajo de Angola, con unas costas bañadas por el Atlántico…
Los alemanes de BMW Motorrad vienen desde 2008 y cada dos años organizando un pedazo de competencia llamada GS Trophy… Es cierto solo corren motos de la marca, pero también es cierto que vivirlo, incluso desde el costado como periodista, es una pasada alucinante: así ha sido desde que todo partió en Túnez el 2008 para luego ir a Sudáfrica, Chile, Argentina, Canadá, Tailandia, Mongolia, Nueva Zelandia y Albania para volver al suelo africano que vio nacer a esta suerte de pequeño pero bravo Dakar.
La moto que montaron los 60 clasificados, entre ellos el chileno Tomás Harrison (aplaudido sexto lugar), fue la BMW R 1300 GS, la que pude manejar en África el último día con la precaución de que no me salieran al paso alguna de las 21 víboras venenosas que hay en Namibia, leopardos o rinocerontes.
Este esperado modelo elevó su poder a 145 caballos y a decir de los participantes tiene una fuerza descomunal desde su torque cuyo guarismo creció a 149 NM… el que necesitaron -y mucho- para sacar las motos de trampas imposibles que impuso la geografía del Kalahari.
Sabíamos, todos los presentes allá en Namibia, que la BMW R 1300 GS llegaba con mejoras significativas en su motor, chasis y tecnología, pero para todos fue muy especial poner a prueba tales pergaminos en un paraje tan único y hermosamente hostil.
Como es más liviana y menos voluminosa que sus antecesoras, muchos de los competidores celebraron este punto más atlético de la moto.
La competencia está lejos de ser la clásica carrera de quién es el más veloz, de hecho el GS Trophy durante sus 16 años de existencia, ha puesto énfasis en que no es una carrera, sino una competencia, una de habilidades, fuerza mental y física, también determinación y voluntad de pararse una y otra vez ante las adversidades. Otro sello del GS Trophy es fomentar el encuentro multicultural de distintas razas y naciones: ver a un chino contándole sus penas de amor a un polaco, me dijo mucho…
Resultaba conmovedor ver a una competidora japonesa, de no más de 45 kilos, llevar con destreza la BMW R 1300 GS y sus casi 240 kilos de peso, incluso cuando debía desenterrarla, pararla, subirse y seguir bajo 35 grados o más…
Parchar un neumático en el menor tiempo posible, transitar cavernas de rocas sin poner un pie en el suelo, desafiar 40 kilómetros del río Maruru, cuyo lecho seco vio un curso de agua por última vez hace cinco años… Incluso pruebas escritas sobre conocimientos geográficos, cultura general e historia del GS Trophy debieron sortear los participantes de esta prueba única, este pequeño Dakar que encumbra a BMW Motorrad como una tremenda marca de motocicletas, que se mete en la vida de sus clientes, admiradores y trabajadores. Y también en los rincones más salvajes del planeta.
La estadística ya es inamovible: en varones ganó el equipo de Alemania, relegando al segundo puesto a los favoritos sudafricanos, que ya habían triunfado en las cuatro versiones anteriores de Tailandia, Mongolia, Nueva Zelanda y Albania. Tercero fue Brasil, desde donde su piloto Tomaz Santos calificó la proeza como atrapar la copa del mundo.
Entre las mujeres, ganaron las representantes de Polonia y República Checa, que eran equipo, siendo escoltadas por las escuadras de Japón y Francia.
Sin embargo, desde el día 1, la organización del GS Trophy se encargó de recalcar que ya con el hecho estar en Namibia, todos ganaron… Y ahí estuvo Alexis Cares, el periodista chileno abuelo de Jacinta.